Redacción
newssanmiguel@gmail.com
SAN MIGUEL DE ALLENDE.- Mientras hablaba de la necesidad de que los concesionarios del transporte público se conduzcan con austeridad para evitar que el aumento al pasaje ande dañando” a los usuarios, el alcalde Mauricio Trejo Pureco ofrecía su mensaje rodeado de lujos que gritan lo contrario, al portar un reloj Spirit of Big Bang valuado en más de $570 mil pesos y a escasos metros colgaba una mochila Louis Vuitton Aerogram, hecha de piel de becerro, con un costo de $72 mil 500 pesos, según los portales oficiales de dichas marcas.
Esto es un insulto al hacerlo mientras gobierna un municipio con más de la mitad de su población en pobreza, según datos recientes de CONEVAL.
Los datos son claros:
-
53.3 % de la población vive en situación de pobreza
-
De ese grupo, 44.4 % se encuentra en pobreza moderada y 8.9 % en pobreza extrema.
-
Además, 37.5 % son vulnerables por carencias sociales y 2.6 % vulnerables por ingresos, mientras que solo 6.6 % no son pobres ni vulnerables .
Esto significa que casi 9 de cada 10 habitantes enfrentan al menos una privación social, como falta de salud, educación, servicios básicos o alimentación .
El contraste no puede ser más grotesco: en un municipio donde las obras públicas brillan por su ausencia, donde comunidades completas siguen incomunicadas o sin acceso a agua limpia, el presidente municipal no escatima en demostrar su opulencia. Y mientras tanto, justifica la austeridad burocrática con despidos y desaparición de oficinas.
Trejo, quien llegó a San Miguel de Allende desde Michoacán como encargado de un sistema de cable (concesión que pertenecía a su padre), se ha visto envuelto en señalamientos por el uso discrecional del presupuesto —que este año asciende a $1 mil 250 millones de pesos—, la falta de resultados palpables, y el uso de presuntas empresas fachadacomo Palmesa, propiedad de Mario Hernández, un trabajador de la construcción ligado a la directora de Obras Públicas, María Elena Vázquez. Hernández, originario de Chiapa de Corzo, Chiapas, figura como dueño de la Hacienda Alcocer, donde el municipio intentó construir un pozo con recursos públicos, a pesar de ser una propiedad privada.
Las sospechas de conflicto de interés y desvío de recursos aumentan al observar que calles aledañas a propiedades del alcalde, como su rancho “Tres Niñas”, han sido recientemente rehabilitadas con dinero público.
Este predio, que originalmente tenía 38 hectáreas y hoy alcanza 42, fue presuntamente adquirido a través de un prestanombres: José Eduwigis Carrera Olvera, un albañil de edad avanzada que, según testimonios, fue intermediario en la supuesta compraventa por $8 millones de pesos.
Hoy vive en una casa modesta de la calle del Llano en el Barrio de la Palmita, lejos del lujo que rodea al rancho de su “comprador” y lejos de una vivienda de $8 millones de pesos.
Vecinos de comunidades como Biznaga del Varal han acusado a Trejo de apropiarse del camino comunal para cerrar el acceso a su propiedad. Y mientras él pavimenta los alrededores de su rancho, en Santas Marías las calles están en ruinas desde hace un año; Puerto de Nieto recibe agua con arsénico y en Sanmiguelito, una obra mal planeada dejó incomunicada a toda la comunidad justo antes del inicio de la temporada de lluvias.
La cereza del pastel: el retiro de recursos destinados a la restauración de la parroquia de San Miguel Arcángel y el desvío de fondos para construir un puente en Palmita de Landeta, con un costo proyectado de $10 millones de pesos. Nadie sabe si será el “Golden Gate” de la zona o solo otra fachada para canalizar fondos hacia obras que beneficien los intereses personales del alcalde.
En un municipio con tantas necesidades básicas, con comunidades olvidadas y servicios deficientes, la ostentación del alcalde no solo resulta insensible: es una grosería pública.
La llamada “austeridad” parece aplicarse solo a la gente que gobierna y se los restriega en la cara.